El otro mundo de los magos.
En la tradición maga la existencia de dos dimensiones o mundos que conforman un solo mundo llegó a estar tan estructurado que en el pasado reinaban dos reyes, uno vivo y otro muerto, como reflejó de Tenerife el viajero italiano Cadamosto, al servicio del rey de Portugal don Enrique en 1455 .
Para los canarios antiguos, como para una parte de los canarios actuales, los familiares ausentes siempre están presentes en la vida de la familia.
Esa
presencia permanente se expresa con la continua visita a los lugares de
enterramiento para comunicarse con ellos y con la existencia permanente en las
casas de “altares” dedicados a las personas queridas. Aún hoy hay canarios
que encienden luces para alumbrar la existencia de esos seres.
La
comunicación con los seres ausentes no siempre tiene un sentido benefactor,
para protegerse de las fuerzas negativas en las casas, la cultura maga cuenta
con el ritual de los tres tenikes.
Los tres tenikes a la entrada de las casas, o en las cocinas, es la luz
protectora y la puerta por la que se impide que entren los malos espíritus.
Todavía
hoy hay canarios que ponen los tres tenikes para proteger sus casas. Otra forma
derivada del ritual de los tres tenikes es el encendido de velas por las noches,
y en algunas noches significativas para la presencia de los ausentes.
El
viaje al otro mundo de los magos es un proceso muy complejo y lo conocemos por
la descripción que de él hace Bethencourt Alfonso, quien contrasta lo recogido
por los cronistas del siglo XV y XVI con lo que practicaban los últimos Alzados
de finales del siglo XIX. El estudio de Bethencourt en el siglo XIX nos permite
comparar con las creencias de los canarios actuales en este tema.
“Cuando una persona “muere”, se inicia todo un proceso de despedida
en su viaje al otro mundo de los magos en los que los diferentes familiares se
despiden del ausente con la intención de lograr que su presencia permanente les
sea beneficiosa”.
El
viaje de la dimensión de los vivos a la dimensión de los ausentes es un viaje
relacionado con Ach-Amón, la divinidad Sol, tanto en el momento del último
suspiro como en el proceso de momificación, como en el momento del
enterramiento como nos recordó Bethencourt Alfonso.
“De
ordinario afrontaban el supremo instante con valor resignado, procurando morir
con la vista fija y las manos levantadas hacia el sol, y si era de noche mirando
el fuego sagrado que ardía a la puerta de la choza.
Tras
la momificación, el lecho de yerbas empapado de sangre, restos orgánicos y vísceras
del difunto era arrojado a la hoguera sagrada, de propósito alimentada con gran
cantidad de combustible aromático, de sabina, ajafo, etc., para consumir hasta
el último residuo, evitando toda profanación. Los guanches, cuyas creencias y
prácticas mortuorias tanto recuerdan a los egipcios, no guardaban como éstos
las vísceras en vasos canópicos, sino que las sacrificaban a Magec en su
emblema terrestre.
El
duelo de hora en hora hasta la amanecida, que era el tiempo reglamentario para
la celebración de los chaxascos o
entierros.”
Bethencourt
Alfonso.
Una
parte importante respecto al otro mundo de los magos es la función de los
mensajeros. Aún hoy hay lugares del Archipiélago Canario en el que cuando una
persona muere, los que quieren comunicar algo a seres queridos que ya están en
el otro mundo, aprovechan el viaje del recién ausente y le ponen mensajes para
que lo lleven personalmente a la otra dimensión.
La
figura del mensajero o mensajeros entre los dos mundos funcionaba para todos los
ámbitos de la vida de los magos, desde el privado al colectivo.
Las
muertes voluntarias ritualísticas están presentes en las diferentes crónicas
de los siglos XV y XVI protagonizando sucesos históricos importantes como el
del 29 de Abril en Ansite o la batalla de Aguere, La Laguna.