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Magos en el Atlántico. Los canarios no somos diferentes a ningún otro pueblo del mundo.
Afirmamos nuestro ser cultural en la vida cotidiana, condicionados por las
circunstancias políticas y económicas. Las circunstancias concretas nos
llevaron a que esas vivencias cotidianas hoy no se hablan ni se reflexionan públicamente. El miedo a enseñar nuestro ser está agudizado entre aquellos que
logran cierto prestigio en la actual estructura social, sobre todo si es
prestigio "intelectual". Estos probablemente por el temor a sufrir el
silenciamiento que padecen Cairasco, o Nicolás Estévanez, o Alonso Quesada, o
todos los canarios que afirmaron nuestro ser cultural en los propios ámbitos de
la cultura oficial. Curioso ese miedo también en gentes que en 1977 creyeron
que con la muerte de Franco se acababa la represión cultural y se atrevieron en
el Manifiesto del Hierro a reafirmar la continuidad cultural de nuestro pueblo
en todos los momentos de nuestra milenaria historia. Esas personas se
encontraron con la reacción españolista de todos los sectores, incluido el de
la izquierda española, y parece ser que muchos de los allí presentes dieron
cierta marcha atrás en su empuje. Así, entre las dos posiciones posibles del ser cultural de los
canarios: ¨
Somos de aquí, sobre nuestra propia base nos
transformamos en el devenir histórico, reformando elementos propios e
incorporando elementos ajenos que llegan en la comunicación con otros pueblos a
nuestra matriz cultural, maga. Desde nuestra propia raíz crecemos. ¨
Somos prestados. Nos inventaron desde afuera,
como alguien dijo, una proyección española lejos de España. Un injerto en
tierra extraña. Entre estas dos posiciones se sitúa el terreno de la indefinición,
como llamó Manuel Padorno a la actitud que mostraban las personas de la cultura
en Canarias. Y esa indefinición actualmente se sustenta, se teoriza, se
justifica sobre el protagonismo del tránsito, o tránsitos desde y por
Canarias, el protagonismo del Atlántico, de lo Atlante mar (atlanticidad) como
contenido y estructura cultural. Hay una primera matización ya que si bien existe el Atlante mar como
paso, tránsito, también existe el Atlante tierra, lo origen, el Atlante que
viene del sustento del mundo en mitologías de diferentes pueblos, el atlante
hijo del Atlas, divinidad y cordillera Africana que recorre casi todo el
territorio de los magos desde Libia a Canarias, con una forma común de tierras
y luz, y de formas de vida desde los dragos, las palmeras y la laurisilva, a las
personas y sus costumbres milenarias que pueden ser vividas y estudiadas. Sin embargo, la atlanticidad, como cultura del Atlántico mar es
Inexistente ya que de existir debiera de ser vivible de la misma forma para un
namibio, angoleño, caboverdiano, guineano, canario, maderiense, portugués,
inglés, irlandés, islandés y demás pueblos cuya historia viene determinada
por el Atlántico - el Atlante mar -.
E inexistente porque la realidad no puede ser indefinida, nadie puede
negar que en Canarias existe una forma de ser diferenciada de esos otros pueblos
atlánticos aunque no esté la nuestra estudiada. Desde un punto de vista
meramente teórico se pueden postular varias formas de ser, pero una al menos
tiene que haber. Lo que no tiene tino es que se pretenda definir la forma de ser
sin tener en cuenta la propia realidad, la propia forma que tenemos los canarios
para vivir la vida, intentando definirnos sobre ideas de laboratorio.
Curiosamente hace poco tiempo tuve la dicha de ver como un grupo de jóvenes
universitarios canarios tenían el coraje de recuperar una de las primeras obras
literarias canarias escrita en castellano. Recuperarla tras más de 20 años de
silencio cuando dos defensores de nuestra identidad, Celso Martín de Guzmán y
Francisco Osorio Acevedo, unieron sus fuerzas para sacarla del olvido de 400 años
y la representaron precisamente en Gáldar. Me refiero a la representación de
la obra de teatro de Cairasco "El Recibimiento del Obispo Rueda". Tuve
la dicha de ver como en el siglo XVI, en uno de los momentos de mayor tensión
entre canarios y españoles, nuestro antepasado Cairasco tuvo el coraje de
afirmar nuestras señas de ser frente a las imposiciones españolas. Lo curioso en una situación tan gratificante fue que había una
palabra prohibida que no fue nombrada por ninguno de los canarios protagonistas
de la actuación, ni siquiera en la presentación de la obra y de Cairasco, un
texto coherente que siguiendo el camino del propio Cairasco reafirma nuestra
continuidad cultural. Pues a pesar de todo eso, no apareció la palabra maldita
en los sectores intelectuales. Ningún canario pronunció la palabra mago, y ningún canario con los
que he hablado y que estaban allí presentes se dieron cuenta de que la palabra
sí fue nombrada aquella tarde. Para paradojas de nuestra realidad, la palabra
estaba incluida en un poema de un extranjero (un turco, creo que contemporáneo
de Cairasco) que recitó otra extranjera (una española que estudia en Canarias
que según me dijo recitó de memoria). El texto era claro y en él se ponía la
cultura maga al mismo nivel que las tres culturas monoteístas, la judía, la
cristiana y la musulmana. El texto era claro, pero la palabra pasó
desapercibida entre aquellos que tenemos miedo a nombrarla para reconocer
nuestro origen cultural. El miedo a decir lo que hay nos lleva a inventar conceptos que no
tienen un trasfondo real, vivencial. Esa atlanticidad inexistente que plantea la
existencia de una cultura que no tiene ni la matriz original, la maga, ni el
patrón colonizador, lo español, sino un híbrido que por mucho que se busca
nadie ha logrado encontrar, ni siquiera los intelectuales que han querido
escribir desde él, ni los que han querido negarnos con esa atlanticidad, como
últimamente hacen J.J. Armas Marcelo o J. M. García Ramos. De hecho, en Canarias sí podemos encontrar personas que viven según
el patrón español, y personas que vivimos según la matriz maga. Es tan clara
la distinción que hay nacidos en
Canarias que siguen conservando las costumbres y el habla que trajeron sus
antepasados españoles. Y sobre todo podemos encontrar a gentes, la mayoría,
que vivimos las costumbres de la matriz cultural maga comunicada con un habla
propia, incluso algunos pocos mestizos de sangre. Por cierto, que ni siquiera en
estos, los mestizos, se da esa atlanticidad como ser cultural ya que los mismos
o nos integramos en el patrón colonizador español, o nos integramos en la
matriz mayoritaria maga. Y esto parece que ya lo pensaba Cairasco en el siglo XVI, como pudimos
ver en la representación de la obra de teatro mencionada. El autor distingue
claramente entre los personajes canarios y los personajes españoles, entre la
cultura de unos y la cultura de otros, y Cairasco entre los canarios cuenta a
los no mezclados, representados por Gáldar - ciudad canaria milenaria que no
pierde sus señas aunque sí la lengua -, y los que pudieran estar mezclados,
representados por Guía - ciudad hoy canaria construida por los españoles -. En
la obra de Cairasco aparecen juntas e iguales sobre las raíces nobles de Gáldar
que buscan y se unen a la memoria presente de los antepasados representada por
Doramas que vuelve del otro barrio para conversar y recibir a los españoles. Sin duda lo Atlántico como tránsito es importante para los canarios.
El Atlántico, los 100 kilómetros que separan el Continente de las Islas, sin
duda tuvo que ser una cosa que impactara en los primeros magos que llegaron a
las Islas. Desde las propias bases mitológicas de nuestra cultura era algo
significativo, ir hacia la puerta del Oeste, hasta la entrada de Occidente, por
allí donde desaparece el Sol -Ach Amón- y uno puede entrar en el otro mundo,
en el mundo de los acostados, en el otro barrio como aún siguen diciendo muchos
canarios. Ese viaje por el mar, en barquillas con velas, probablemente como los
actuales botes de vela latina, fue muy importante y muy sentido por nuestros
antepasados, de hecho fue transmitido como un vuelo (según la leyenda, los
canarios llegamos encantados en forma de aves desde las Tirahanas). Sin duda ese primer tránsito fue importante y marcó en algo a los
magos canarios distinguiéndonos de los otros magos del Continente, al igual que
nos marcaron los otros tránsitos colectivos como los diferentes que nos
acercaron al Continente Americano, obligados por decretos injustos hasta el
siglo XVIII d.c., o por las hambrunas del saqueo colonial desde ese siglo XVIII
hasta el XX d.c., o por las persecuciones políticas coloniales en el XIX y en
el XX. Tránsitos de ida y vuelta donde los canarios llevamos nuestro origen
mago a América para allí mezclarlo, desde la igualdad, con los nativos de allí,
con los negros esclavizados, e incluso con los europeos, y tránsito que marcó
a toda Canarias por los retornos. Esos mismos tránsitos seguro que dirían algo sobre San borondón y
los contactos con las culturas célticas y sus mitologías brandánicas, y con
las vikingas, que fácilmente pudieron llegar a nuestras costas cruzando el Atlántico
en sentido inverso a como Merlín llegó a Gran Bretaña en el origen mitológico
de ese reino. Sin duda los tránsitos del Atlántico también nos marcan pero no nos
indefinen, ni los tránsitos en sí son un ser definido y diferenciado para los
canarios. Una cultura definida por los tránsitos es una cultura nómada,
estructurada sobre los continuos viajes. El tránsito sí define por ejemplo a
los Magos Tuareg cuya vida está determinada por el tránsito en el mar de arena
del Sáhara, y por cierto; el tránsito pasa a ser una seña más de identidad
sin que los Tuareg hayan perdido sus raíces magas. El nomadismo, el tránsito como cultura no es lo que vivimos los
canarios con el Atlántico. Ni los tránsitos suponen la pérdida del punto de
partida, el origen, lo mago como se
puede ver incluso en algunos análisis que reivindican esa cultura atlántica.
Me paro en un análisis de Eugenio Padorno que, al igual que su hermano D.
Manuel, son dos de los más importantes exponentes en la búsqueda de una
identidad cultural atlántica. En su último libro, "La parte por el
todo", podemos encontrar el análisis del poema de
Saulo Torón que sigue: Partió la nave blanca, de
gallardo aparejo, A impulsos de la racha,
sobre el dormido Atlántico; Su silueta fantástica fue
esfumándose, lenta, Tras la imprecisa niebla
del horizonte vago... ¿Partir!... ¿Dejar la estéril monotonía triste de este
vivir huraño, y arribar a otras playas
desconocidas, donde el placer sea más rico y
el dolor más amargo!. Como se ve, para Saulo Torón existe un origen, un punto de partida, y
un destino, un punto de llegada. El Atlántico, el mar, sigue siendo un camino,
un lugar de tránsito entre esos dos puntos. En cuanto al ser, al contenido cultural, de este poema Eugenio Padorno,
uno de los principales investigadores de la literatura canaria desde el propio
Cairasco hasta nuestros días, deduce una "visión cultural atlántica" en donde "La queja de Torón - el menos viajero de los poetas insulares - es de
naturaleza ontológica, y en ella manifiesta lo que falta al hombre atlántico;
es el anhelo de hallarse en un lugar de más vida dentro del espíritu, de mayor
enriquecimiento de humanidad y de historicidad, aun a costa de abonar el pago
injusto por grandes y zarandeadores contrastes: donde el placer sea más fuerte
y el dolor más intenso". Creo que es el miedo, no puede ser otra cosa la que a defensores de la
canariedad y trabajadores por el reconocimiento de la literatura canaria les
lleva a tener una serie de contradicciones que veo en este análisis. En primer lugar recordar lo que el propio Eugenio dice de Torón,
"el menos viajero de los poetas
insulares". Cuando la mayoría de los poetas, escritores y todos los
artistas canarios después de viajar vuelven a la Patria a recuperar el sentido
de la vida, una luz - de la que tanto nos habla Manuel Padorno -, un calor que
no encontraban fuera, ¿cómo es posible que se hable de pobreza de humanidad ?,
¿qué es la humanidad?. Sin duda muchos canarios sienten la necesidad de
conocer otras playas, de romper con la monotonía de la existencia en esta
cultura - monotonía que sienten los individuos de todas las culturas-, pero
también es cierto que después de ver y comparar, vuelven, o viven la magua de
la lejanía como Nicolás Estévanez o Pérez Gáldos por exilios más o menos
obligados. Si somos pobres de humanidad y de historicidad, ¿por qué se forma el
sentimiento de apego ?. ¿Qué cosas, elementos, motivaciones forman el apego de
la mayoría de los canarios a la patria, incluso de canarios que renuncian a
"éxitos" y reconocimientos por no quedarse fuera y olvidar sus raíces?. Es esta realidad de apego lo que tumba el planteamiento de que
Canarias, la Nación, carece de enriquecimiento humanista e histórico, y que
está indefinida en el mar. Otra cosa es que no se esté estudiando como debiera
nuestras características humanistas y nuestra historia milenaria. Y como decía, es el miedo lo que nos lleva a decir lo que no sentimos
y el que nos lleva a dos actitudes vitales opuestas e incomunicadas entre sí: 1.
La actitud de quien decide vivir en
"silencio", para adentro, sin reivindicaciones, sin publicidades,
medio a escondidas los valores magos - incluso los valores espirituales como las
creencias sobre la muerte de las que volveré a hablar -, y que en su no hablar
lo que se vive, como reacción tampoco se oye por más que se pase todo el día
escuchando las voces y planteamientos publicados. 2.
El que sólo vive desde afuera, desde las
voces y planteamientos publicados, oficialmente aceptados, en busca de
"modernidades" copiadas y asimiladas, insensibles a la sabiduría y
sentimientos de la tradición maga, y que les puede llevar a reflexionar sobre
la muerte, y a debatir las diferentes concepciones sobre ella, olvidando que aún
hoy en Canarias hay personas que hablan de sus antepasados "ausentes",
presentes en el otro barrio, en el mundo de los acostados, en el mundo paralelo
que está tras la puerta del Oeste y en el que se reúnen todos los que parten,
y al que se mandan mensajes y se le encienden candelas. Existe una grave incomunicación entre éstas dos actitudes que llena
de silencios y crea un vacío vivencial por el cual unos viven la tradición
sintiéndose fuera de juego, en una especie de clandestinidad porque lo que
"oyen" no tiene que ver con lo viven, y otros teorizan sin conectar
con ese mar de sentidos, de luz, como le sucede de nuevo a Eugenio Padorno
interpretando a Domingo Rivero en el libro antes mencionado. Hablando precisamente de la muerte, seguro que el siguiente poema de D.
Domingo Rivero puede tener una lectura existencialista y/o transcendentalista. Y
es que hay temas y pensamientos universales, pero leyendo la estrofa: Esta primera noche, Juan,
que tu cuerpo pasa dentro del nicho donde mis
padres te hacen hueco, en torno al vacío que
dejaste en nuestra casa ...
Como decía, leyendo la estrofa seguro que se puede pensar en los
existencialistas, o en Unamuno, o en Levinas, pero cómo se puede olvidar la
propia tradición, las creencias magas sobre la muerte ya que la estrofa de D.
Domingo no hace sino transcribir una creencia milenaria de la que hablan
diferentes cronistas europeos de los siglos XV y XVI d.c., y de las que sigue
hablando Bethencourt Alfonso como vivas en el siglo XIX, y que viven aún muchos
canarios en el siglo XXI. Una creencia que afirma que los que
"mueren", como decía, están reunidos en un mundo paralelo con el que
se puede comunicar siguiendo unas pautas, reunidas las familias, cuyos cuerpos físicos
también quedan reunidos, momificados en cuevas o espirales antes, o en simples
nichos ahora. Unas creencias que no son atlánticas, indefinidas, sino que están
bien definidas en la matriz maga.
No debería ser difícil entender que Domingo Rivero conocía esta
tradición contada por su abuela, o su madre, ya que cuando nació, en 1852,
como indica Bethencourt Alfonso esa tradición estaba extendida entre los
canarios, sobre todo de los que vivían por fuera y lejos de los muros de las
ciudades españolas, y Arucas, donde nació Rivero, estaba tan lejos de esos
muros que no existió una carretera que la uniera a Las Palmas de Gran Canaria
hasta algunos años después de nacer nuestro poeta. Como decía, debe ser el miedo lo que lleva a defensores de la
literatura canaria a no ver las muchas raíces, raíces magas que se ven en los
diferentes autores canarios, derivando las reflexiones hacia otras fuentes
culturales cuando la nuestra es milenaria y genera apegos suaves, dulces y sobre
todo persistentes. Tiene que ser el miedo lo que impide ver, porque esto le pasa a
personas que han dedicado su vida a afirmar la existencia de una literatura
canaria diferenciada de otras literaturas, enfrentándose en cierto grado a los
aparatos culturales oficiales que por supuesto niegan la existencia de la
literatura y de toda la cultura canaria como realidades definidas y
diferenciadas. Sin duda que el miedo de muchos intelectuales canarios, por el cual no
ven las raíces, es tan justificable como el miedo de la mayoría de los
canarios que se conforman con vivir las raíces en silencio. El miedo tiene
justificación histórica pero en estos momentos no tiene mucha razón de ser.
Después de 500 años es la primera vez que el adversario de nuestra cultura no
puede actuar según sus instintos sectarios y dictatoriales, los españoles hoy
se deben a un juego pactado con otras naciones que les impide utilizar la
fuerza. Es por eso el momento de que los canarios recuperemos las capacidades
organizativas perdidas hace unos dos siglos y que volvamos a llamar a las cosas
por su nombre, por nuestro nombre. Es hora de desenmascarar a los colonizadores
que, negando nuestra realidad, también nuestra realidad cultural, nos quieren
imponer sus valores ortodoxos, o al menos pretenden penetrar y disolvernos con
sus valores endulzados de atlanticidad. En eso también discrepo con la utilización del concepto "atlanticidad"
para llamar a lo canario. El término está siendo empleado por algunos
defensores de lo canario creyendo que así pueden superar las resistencias
oficiales, pero no es así porque en realidad está sirviendo a los que nos
quieren negar, ya que al final resulta que no tenemos raíces, que por ejemplo
en el tema de la muerte los magos no tenemos unas creencias, una ideas, unas
reflexiones sobre ella, sino que todo nos viene de afuera. Y eso no es verdad en
el caso de la muerte como no lo es en la mayoría de los temas que se propongan.
Y esto ya cambió; si hace unos años, incluso en 1977 con el manifiesto del
Hierro no teníamos casi memoria de lo que sentíamos, hoy la investigación de
algunos pocos, el diálogo de esos pocos con las vivencias silenciosas, el
despertar de nosotros mismos, en conjunto nos permite debatir con argumentos y
pruebas, nos permite dejar en evidencia a aquellos que nos quieren negar. La alegría de ver la obra de teatro de Cairasco la compartí con una
de las dos personas que más me hablan de él, D. Manuel Padorno, fue poco antes
de vivir la tristeza de que Manolo partiera hacia el otro barrio, allí donde
están nuestros antepasados, en el árbol puro de luz. Con D. Manuel nunca pude apalabrar sobre la maguitud. Como otros
intelectuales canarios él también rechazaba la palabra, y parte de lo que
suponía que estaba tras lo mago. Pero a pesar de sus negaciones, Manuel Padorno
es una de las personas que públicamente más hablan de uno de los elementos
centrales de la maguitud, la luz, nuestra Luz, junto a Hupalupa y a Africo
Amasik. En el velatorio de la despedida, en la Capilla Atlántica desde donde
para nosotros partía hacia el otro barrio, pude disfrutar de unos lindos versos
que hablan de esa luz que Manuel Padorno indagaba desde las Canteras. No sé si
lo ofendí, pero escuchando los versos e imaginando con ellos la luz del
horizonte desde las Canteras, no pude evitar sentirme parte de nuestra mar de
luz milenaria, culturalmente como Hijo del Sol, como mago, en el Atlántico,
sintiendo como una apreciada persona iniciaba el tránsito hacia la otra orilla. Durante unos momentos se evaporó el miedo, todos los miedos, y
sinceramente sentí como Manolo rompía las incomunicaciones entre los
diferentes sectores de la cultura canaria, y encontraba la senda que en el
laberinto del Atlas lleva a la puerta y se fundía con la tradición popular y
milenaria en su viaje hacia la luz, hacia el Sol, hacia el otro lado, él mismo
se desnudaba y se hacía luz en la tradición maga. La Capilla Atlántica era una afirmación más de este sentimiento, ya
que de nuevo lo atlántico mar es el lugar de tránsito, nunca el origen que sería
esta orilla desde donde partió, la tierra de los magos, y tampoco la meta que
sería la otra orilla, el árbol de luz, de los magos. Con la magua de una conversación pendiente y pactada tras tres años
de silencios, en la Capilla Atlántica de D. Manuel Padorno empecé a hilvanar
esta reflexión que hacía tiempo que quería decir pero para la que no
encontraba palabras. Felipe Ros Brandon |