Octubre de 1999.
FACHADAS,
CASAS, SIMBOLOGÍA
Y
TRADICIÓN MAGA
“Para
ser canario con orgullo,
lo
mejor que se puede hacer
es
dar ejemplo con su propia casa”.
César Manrique
La cultura de un pueblo también se manifiesta en las viviendas, a través
de su modo particular de construirlas, de unos materiales, elementos de
decoración y colores propios, que les da identidad y al tiempo las diferencia
de otros pueblos, otras formas de concebir la vida. Las casas tienen una
historia, una tradición que se transmite de generación en generación, a la
par que se van incorporando nuevos elementos para acomodarlas al paso de los
tiempos.
Pero
si un pueblo va perdiendo su conciencia como tal y olvida lo propio, entonces
empezamos a encontrarnos con el amasijo arquitectónico anónimo que ahora
tenemos, con un desprecio absoluto por lo nuestro, y con una mezcla informe de
estilos importados que lo único
que hacen es restar personalidad a nuestros pueblos y ciudades.
Por
otro lado, el tema de la arquitectura canaria ha sido bastante polémico, ya
que desde el siglo XV se dan dos vías dentro de la construcción de
viviendas:
·
Una
la oficial, la colonizante, que va desde las primeras casas coloniales, las
posteriores, producto de la fusión de las diferentes corrientes culturales
que fueron llegando a las Islas, los proyectos neoclásicos y modernistas del
siglo XIX, hasta los modelos más actuales.
·
Y
la otra, la realizada por el pueblo canario, la silenciada, la que nunca ha
aparecido en los manuales académicos, y que va desde los diferentes tipos de
viviendas de la época precolonial hasta los modelos actuales de
autoconstrucción (rurales y urbanas)
Hay
aspectos que no se tienen en cuenta porque nunca se les ha otorgado el
calificativo de valiosos culturalmente. En las fachadas de las casas de
autoconstrucción existen elementos decorativos que, estamos convencidos y lo
iremos demostrando, son auténticas pervivencias magas.
A
nivel general, estas casas suelen presentar las siguientes características:
¨
Normalmente
tienen forma rectangular, divididas en dos unidades de alto por tres de ancho
aproximadamente. La fachada se divide en tres secciones, ocupadas
indistintamente por puertas y ventanas. Esta característica se ve
condicionada, en ocasiones, por las limitaciones de los solares.
¨
Aparecen
en las fachadas figuras geométricas pintadas o, de manera más generalizada,
en relieve, bastante repetitivas, combinadas entre sí de distintas formas,
pero siguiendo un cierto patrón de simetría.
¨ Las figuras son círculos (uno solo o concéntricos), rombos (solos o en redes romboidales), cuadrados (también solos o en redes) y rectángulos. En algunos casos aparecen insertos unos en otros, pero de manera muy excepcional.
¨
En
cuanto a su colocación, se observa que los círculos aparecen coronando la
fachada sobre la ventana o la puerta de la sección central, pero si la puerta
principal no está en el centro sino en una sección lateral, suele situarse
sobre la vertical de ésta. Cuando aparecen los círculos, el resto de las
figuras, si las hay, se encuentran distribuidas en torno a ellos.
¨
El
segundo elemento en importancia, si no en esplendor sí en cantidad, es el
rombo, ya sea su base un cuadrado, o los de ejes asimétricos (un eje mayor
que otro). Estos últimos suelen aparecer verticales, pero si están en
disposición horizontal, lo suelen hacer en redes romboidales.
Este
tipo de fachadas se da de manera generalizada en las ciudades y los pueblos de
las Islas, referente que también podemos en otros pueblos del norte de África.
En las capitales se concentran en los barrios donde tradicionalmente se iba
estableciendo la población procedente del resto, población que conservó
patrones culturales muy arraigados, aunque vividos en silencio.
Para
determinar la procedencia de estos motivos geométricos de decoración basta
con echar la vista atrás para comprobar que son los mismos que se encuentran,
por ejemplo, en la Cueva Pintada de Gáldar (véase dibujo ), o en la cerámica,
grabados, etc., de la cultura aborigen insular en general. Indudable es, por
tanto, la filiación maga de estos símbolos, transmitida a lo largo del
tiempo por tradición oral de generación en generación, aunque hoy no se
tenga memoria de su valor original.
El
círculo, qué duda cabe, es una de las representaciones del Sol, un Sol que,
según todas las fuentes (históricas, arqueológicas y de tradición oral)
constituía el centro de la cosmovisión de nuestros antepasados.
En
los últimos años se han venido haciendo estudios que revelan el potencial
astronómico de varios yacimientos arqueológicos, considerados de siempre
como centros cultuales de los antiguos canarios. Se ha demostrado que los aborígenes
controlaban, por una parte, los movimientos y ciclos de un cierto número de
cuerpos celestes (Sol, Luna, Venus, Sirio, Cinturón de Orión,
cúmulos de las Pléyades y las Híades), también los solsticios y
equinoccios (yacimientos como el Bentayga o Cuatro Puertas eran auténticos
marcadores de estos acontecimientos) y, por otra, los fenómenos metereológicos,
conocimientos, todos ellos, que les permitían un mejor aprovechamiento de los
recursos, establecer un control sobre el ciclo vegetativo del pasto para el
ganado y sobre las cosechas, y, en definitiva, establecer un calendario, cuyas
fechas clave estarían asociadas al conjunto de prácticas religiosas y
rituales de la sociedad aborigen.
Es
difícil reprimir o hacer desaparecer completamente todos los rasgos
culturales y religiosos de una sociedad cuando están tan arraigados y
generalizados, pese a que la represión, tras la llegada de los europeos a las
Islas, y el proceso de aculturación ha sido muy fuerte y se ha extendido a lo
largo del tiempo, a base de repetir que lo mago es indigno y despreciable. Así,
aspectos como los que ahora estamos abordando, la simbología en nuestras
fachadas, han permanecido hasta nuestros días como elementos identificativos
de una cultura milenaria. Su transmisión se ha logrado a través de diversos
y singulares medios, como es la existencia del “juego del tablero” o
de la “dama”, que aparece en Canarias en distintas versiones con
sus respectivas variantes en el diseño del tablero (véanse dibujos).
El
término “dama” significa en Tamasigh “coger o tomar”. Es un juego
norteafricano muy común o popular, que ya era conocido por los egipcios y,
posteriormente, también por los griegos y romanos. Se extendió por Europa
con facilidad, donde su práctica se vio potenciada con la invasión árabe-bereber.
El
libro de Francisco García Talavera y José M. Espinel Cejas, “Juegos
guanches inéditos”
nos ayuda a entender un poco más este tema. Recordemos que el juego, a nivel
histórico-antropológico, es una expresión del pensamiento mágico-religioso
de un pueblo. Debemos pensar que, antes de convertirse en un instrumento de
recreo, el juego aparece conectado a prácticas adivinatorias y, como tales,
llevados a cabo en determinados períodos del año. Desde esta óptica, el
tablero no sirve sólo para jugar a la “dama”, no es un simple juego
infantil. Su diseño presupone una serie de conocimientos matemáticos, geométricos
y aritméticos, interrelacionados con aspectos astronómicos y religiosos, de
un cierto grado de complejidad.
En
todo el Mediterráneo se conocía la “sección áurea” que surge, según
conocemos por la tradición griega, de la estrella de cinco puntas, y que en
realidad es un triángulo.
Sección áurea que tenemos aquí representada de manera más oscura.
De la sección áurea al abrir el triángulo que forma, por el punto C
obtenemos un rectángulo, llamado rectángulo de oro con unas características
determinadas, ya que tiene dos unidades de alto por tres de ancho.
número de oro, o sea, el 0.6180339. En Canarias son muchos los casos en que
esto ocurre.
El
triángulo es la base de buena parte de la pintura y elementos identificativos
y simbólicos presentes en Canarias, como ocurre con los rombos antes
mencionados o con el Sol de ocho puntas, el triángulo parece ser también la
unidad de medida sobre la que se construyen los tableros. En sí mismo es la
representación de los tres tenikes, el Sol de noche de los magos.
Con todo ello, se puede inducir que el tablero venía a representar el ciclo anual o calendario, marcando específicamente las fechas de los solsticios y equinoccios y los días centrales de cada estación (véanse dibujos ).
Otro
tablero de juego, de la dama en sus distintas versiones y que aparece no solo
en Canarias sino en todas las culturas antiguas mediterráneas, es el que
relaciona a los cuatro elementos básicos de la naturaleza y de la vida como
son la tierra, aire, fuego y agua. Y sus espacios intermedios se correspondían
a su vez con los estados físicos básicos referidos a la atmósfera: húmedo,
seco, frío y caliente.
En
definitiva, en las fachadas de las casas de autoconstrucción quedan
reflejadas las estructuras geométricas que utilizaban nuestros antepasados
precoloniales. En unos casos, los modernos albañiles sólo estarían copiando
una geometría que formó parte de su pasado y que, estéticamente, les
parecería aceptable sin entrar en su valor simbólico, pero, en otros, quizá
serían plenamente conscientes del significado real de esos ideogramas que
dejaban reproducidos en las fachadas de sus casas, ya que al principio del
siglo, como recogió Bethencourt Alfonso en su “Historia
del Pueblo Guanche”,
en algunos núcleos de población todavía se transmitían esos conocimientos.
En
el último siglo aparecen casas, con fuerte poder adquisitivo de sus
habitantes, también decoradas con elementos parecidos a los descritos y con
algunas nuevas aportaciones como el compás, la escuadra, la pirámide...
Estas son las decoraciones típicas de los masones, que tienen presencia en
Canarias, en zonas muy localizadas.
Aquellos
empeñados en borrar toda presencia de lo mago en la actualidad, en
desaparecer o confundir nuestros orígenes dirán que la forma de adornar
nuestras casas es influencia masónica, olvidando que los masones bebieron de
la misma fuente simbólica maga,
que ellos recogieron de los egipcios a quienes admiraban. De ahí la
coincidencia en el uso de algunos símbolos, pero tal como es definido el símbolo,
como aquella asociación de imágenes
encaminadas a producir y trasladar emociones conscientes, no podemos
asociar, ni unir, la carga simbólica de los magos, con la de los masones.
La
simbología, los ideogramas de las fachadas de autoconstrucción son la
herencia de nuestra cultura maga,
una cultura que sigue viva entre nosotros, manifestándose de muchas maneras,
desde formas y elementos de pastoreo, o técnicas de pesca, hasta la
toponimia, el folklore, la alfarería, la alimentación o los deportes y
juegos tradicionales. En
conjunto, es nuestra forma de situarnos en el mundo, es nuestra cosmovisión.